SEGUNDO DÍA. Domingo 28 de febrero de 2016.
Tras nuestra visita al Museo de Zurbarán, emprendimos viaje a Olivenza.
Más de una hora de camino, por lo que paramos en una gasolinera de
Valverde de Leganés, ya muy cerca de Olivenza. Como era la hora de la
aparcería, sacamos las viandas de porco ibérico (como estábamos cerca de
Portugal, el idioma se pega) y las bebidas, dando cuenta de ellas en un
lugar soleado junto a una alambrada de un olivar. Al poco rato tuvimos
varios visitantes en forma de cerdos, que iban aumentando
paulatinamente, seguramente atraídos por el olor. Muy buenos los
embutidos de Piedrasantas, los bocaditos de Maruja, los dulcecitos de
Isabel, el queso de Josefina y los aperitivos de Eva. Así con el estómago lleno
hicimos nuestra entrada en la ciudad hispano-portuguesa de Olivenza.
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Recién llegados a Olivenza, foto de grupo en la Plaza de España |
Olivenza, es un pueblo monumental con el corazón partido entre España y Portugal. Su feria taurina y su pasado portugués, con un patrimonio urbano sin igual, han multiplicado sus visitas, entre otras la nuestra. Para hospedar a los numerosos visitantes de Olivenza cuenta con El Palacio Arteaga que está subiendo la calle Baldosines, algunos portales más arriba de la Pastelería Fuentes, donde fabrican la Tecula Mécula, dulce de almendra de secreta receta. La dueña, la Carmela, siempre remarcaba orgullosa que los Reyes recibían religiosamente su Técula todos los años. Menudo empacho. El Arteaga tiene buena cocina, un interior artesonado y 12 habitaciones distintas. Ahora este antiguo palacio es un céntrico hotel de 4 estrellas que todavía conserva algo de intimidad. Entramos a verlo hasta su patio central.
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En la Plaza de España tomando café con dulces árabes que llevó Maruja y rosquillos isabelinos |
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Eva y Antonio en la bonita Plaza de España de Olivenza |
"Las
muchachas de Olivenza no son como las demás, porque son hijas de España y
nietas de Portugal". Así reza una popular jota extremeña que resume a
la perfección el sentir de este pueblo fronterizo, cuyos habitantes
hacen uso, cada vez más, del derecho a contar con la doble nacionalidad
española y lusa. Olivenza, de unos 12.000 habitantes, fue portugués
durante cinco siglos y pasó a pertenecer a España en 1801, tras la
Guerra de las Naranjas y en virtud del Tratado de Badajoz. Más de
trescientos oliventinos o descendientes de este municipio han solicitado
ya a Portugal la nacionalidad lusa y cerca de 200 ya la tienen. Entre
este colectivo de personas, se incluye el Presidente de la Junta de
Extremadura, Guillermo Fernández Vara, natural de Olivenza y muy amante
de su pueblo, donde tiene su vivienda personal y quien ha expresado en
numerosas ocasiones su deseo de optar a la doble nacionalidad.
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Haciendo fila para entrar al castillo en la Puerta de San Sebastián |
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Puerta de los Ángeles que forma parte de la primera muralla | |
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Olivenza siempre fue muy de intramuros. Todo está céntrico, en un radio
de 200 metros, al abrigo de un patriomonio rico y abundante de herencia
portuguesa. Sobresale la Iglesia de la Magdalena, referencia del arte
manuelino. Sus columnas torsas y los elementos marineros siempre
impresionan. La iglesia de Santa María del Castillo fortaleza culminada
por una Torre del Homenaje a la que todavía hoy se puede subir. La
iglesia del Castillo tiene menos grandiosidad que la Magdalena pero
parece más pura y mágica a través de aquellas historias de caballeros y
doncellas.
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Haciendo el tonto delante de la Torre del Homenaje |
Por el Tratado de Alcañices de 1297, el Rey D. Dinis de Portugal se
anexiona Olivenza, convirtiéndose un enclave portugués
en la margen izquierda del Guadiana, amenazante siempre sobre el flanco
sur de Badajoz. Lo primero que
hizo Portugal fue reparar la primitiva cerca templaria levantando altas
murallas con foso, puertas fortificadas en cada cara y torres en los
ángulos.
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Junto a la escultura dedicada al grupo La Encina |
El Castillo también alberga el Museo Etnográfico, obra de un hombre-hormiguita que fue recogiendo todos los enseres que los vecinos de la comarca iban a tirar y en los que él veía una belleza intrínseca y, sobre todo, una historia. “Voy a transformar la barbería en una habitación para el niño que se me casa y no tiene donde dormir. ¿Y vas a tirar todo esto, rey? Yo me lo llevo pal museo” decía Francisco González Santana, el creador del museo cuando la ocasión se presentaba. De hecho, en Olivenza cuando algo queda viejo y su próximo destino es la basura se suele aplicar la expresión: “Esto….pal museo”.
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En la Plaza del Castillo |
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En Olivenza está el primer museo de figuras de papel en 3D de España, el Museo Papercraft
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En la Iglesia Santa María Magdalena de estilo manuelino portugués. |
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Puerta del ayuntamiento de Olivenza, de estilo manuelino portugués |
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La Picota de Olivenza, columna donde se exponían las cabezas de los ajusticiados, o los reos, a la vergüenza pública |
Como otro patrimonio, la cocina oliventina todavía guarda el aroma y el sabor del legado portugués. Fusionada con la gastronomía extremeña crea unas piezas únicas en las que destacan los productos naturales. Es aconsejable probar el bacalao rebozado a la portuguesa, la morcilla con verduras o el solomillo de cerdo horneado. Cerca del edificio del Ayuntamiento frente a "la picota" está el Dosca, con una terraza que mira a la iglesia de la Magdalena y con un bacalao a la nata y unas croquetas de retinto que quitan el sentido.
También hay huella portuguesa en los desayunos. Cafetería Rivera te ofrece 1000 y una tostadas, cachuela, zurrapa de lomo, jamón, pechuga de pavo, vegetal. Por la tarde, los pasteles de nata, la tarta de almendra o la técula-mécula de la Dulcería Fuentes se toman con un buen café Camello. La técula-mécula la venden en dos tamaños y compramos una de las grandes. Isidro, que es una balanza humana, nos convenció que era mejor comprar la grande por razones obvias.
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Y finalizamos la visita a Olivenza en la Plaza de Toros |
Eran las seis de la tarde cuando reanudamos nuestro viaje dirección Badajoz, allí pasaríamos la tarde-noche.
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